La calle Escuelas Pías a principios del siglo XX
Imágenes de la capital del cierzo / 36. ‘Artes & Letras’
La modernización del nomenclátor callejero como pérdida de la memoria inmaterial de la ciudad de Zaragoza

“La “Gran sastrería de Calvo” en la calle Escuelas Pías, 78.
Colección Manuel Ordóñez
Perder tu nombre es como empezar a morir. Cuando las ciudades crecen y se “modernizan”, no solamente desaparecen elementos materiales como los edificios, que dejan paso a nuevas construcciones o calles y avenidas más amplias, sino que también se pierde parte del patrimonio inmaterial de la memoria colectiva, los nombres de unas vías que alguna vez rebosaron vida y bullicio, y que mueren dos veces, una al caer sus casas y otra al desaparecer del callejero.
Con la eliminación de los nombres se pierde también parte de la historia de un lugar, en ocasiones los gobernantes consideran ya impropias de una ciudad que está en desarrollo, o eso se piensa, denominaciones que indican los gremios que ocupaban esos lugares. Los evocadores rótulos de las calles Cuchillería, Albardería, Colchoneros, Aljeceros o Cedacería, entre otros, se esfumaron del nomenclátor zaragozano en 1863 en una decisión de su Ayuntamiento que pretendía una modernización y lavado de cara, aunque fuera nominal, de la ciudad.
Las calles, como espacio urbano al menos, tuvieron suerte y, de momento, sobrevivieron, causando a sus habitantes la pequeña molestia de tener que habituarse a cambiar de domicilio administrativo sin moverse del sitio, cosa algo paradójica por otra parte. Los comercios, por contra, a este detalle burocrático tuvieron que añadir en sus publicidades durante largos años la coletilla con el nombre antiguo de su localización, hasta que los sufridos ciudadanos se acostumbraron a situarse en el nuevo plano urbano.
En concreto, la calle Cedacería y la plaza de las Estrévedes, situada en el extremo opuesto al que desembocaba en la plaza del Mercado, fueron consideradas entonces como portadoras de nombres impropios, y englobadas en uno nuevo, al parecer más adecuado para ellas, que denotaba la situación de un notable y piadoso establecimiento de Instrucción pública. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, las aguas bautismales municipales la llamaron calle de las Escuelas Pías.

Publicidad de la Gran sastrería de Calvo en la 'Guía de Zaragoza y de la región aragonesa'.
Anuario de 1900
Esa es precisamente la calle que nos muestra la fotografía tomada en torno a 1910, en su tramo final ya desembocando en la plaza de Lanuza, o del Mercado y que fue realizada desde uno de los balcones de la esquina con la calle de San Pablo. En ella aparece uno de los establecimientos que abarrotaban esta zona comercial, la “Gran Sastrería de Calvo”, como se lee en su reluciente rótulo, establecida en ese lugar desde finales del siglo XIX, pionero en la venta de ropas hechas, así como a la medida “en toda clase de géneros del país y extranjeros”, y en la confección de trajes para niños, se entiende que para los de familias con capacidad económica para permitírselo, como bien se encargaba de publicitar en las guías de la época. Su situación privilegiada hacía que tuviera entrada y escaparates no solo en la calle Escuelas Pías sino en los porches de la plaza, que compartía con la farmacia de la viuda de Jordán. A pesar de la estrechez de la calle, que no permitiría una buena perspectiva a quien deambulaba por ella, don Vicente, el propietario de la sastrería, aprovechaba las persianas del primer piso para publicitar también su local.
Contiguo a la sastrería, estaba el local de otro comercio que haría las delicias de los niños aunque solo fuera por asomarse a los escaparates y pegar su nariz para ver lo que mostraban. La huella de sus manos y el vaho de su respiración en el cristal serían los testigos efímeros de sus sueños al contemplarlos. Era el de la viuda de Mariano Lalueza, especializada en juguetes y otros objetos de madera, panderos y toda clase de tambores y que, como otros muchos comercios, compartía entrada por la paralela, en sentido amplio, calle del jurista y Justicia del Reino Juan Jiménez Cerdán, en el número 61, rebautizada así tras haber tenido antes el más modesto nombre de la Albardería.
Si bien el protagonismo de la imagen es para los edificios y comercios mencionados, quizá el fotógrafo se asomó esa tarde al balcón y enfocó su cámara en esa dirección para, aunque fuera de soslayo, y con una niña que se asoma a uno de los balcones como único testigo, plasmar en el negativo un edificio que en ese momento era uno de los más modernos de Zaragoza, el Nuevo Mercado proyectado por Félix Navarro y que apenas llevaba unos años en pie, tras su inauguración en 1903.
Don Vicente pudo contemplar su construcción, y previamente la destrucción de los edificios que, acogiendo en su interior a la muralla de la ciudad, ocupaban parte de la plaza del Mercado. También su vieja vecina, la fuente octogonal que con sus aguas abastecía a los vecinos y les refrescaba en días calurosos, amén de servir de referencia para indicar la situación de algunos comercios, fue eliminada para siempre del lugar.

Publicidad de la Juguetería de la viuda de Mariano Lalueza" en la Guía de Zaragoza y de la región aragonesa.
Anuario de 1900
La calle Escuelas Pías también desapareció, aunque la institución que le dio nombre permanece, testigo de su nacimiento y muerte.


