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Nuestro “cuarto río” es imperial (III)

Canal Imperial de Aragón, Harinera de Monares y Clemente, ca. 1908. Autoría anónima, negativo de cristal. Colección Moncho García Coca
Canal Imperial, curva de la harinera, al fondo la Pasarela de Venecia, ca. 1908. Autoría anónima, negativo de cristal. Colección Moncho García Coca
Canal Imperial, aguas arriba desde la Pasarela de Venecia, c. 1909. Autoría desconocida. Negativo de cristal estereoscópico. Archivo SIPA
Pasarela de Venecia, en la barriada del mismo nombre, ca. 1910. Fototipia Thomas. Negativo de nitrato. Colección José Luis Cintora
Canal Imperial, barcas, gabarras, draga y embarcadero desde la Pasarela de Venecia, 1925. Lucien Roisin
Damos un pequeño salto temporal hasta mediados de los supuestamente felices años 20 para situarnos en la Pasarela de Venecia. Nuestra atención se fija aguas abajo para observar la diversidad de embarcaciones que flotan sobre las aguas canaleras. 

Nos encontramos primeramente con las barcas de recreo que sirvieron como una atracción digna de parque temático hasta los 80 pudiendo remar libremente, según el tiempo acordado y pagado, hasta Casablanca. La ausencia de puentes o la adecuación de pasarelas elevadas hacían perfectamente factible la navegación. El embarcadero era el punto de partida y llegada de tal actividad. Hoy podemos encontrar como único recuerdo un monolito situado frente al centro de salud.

El par de gabarras (barcazas), seguramente pertenecientes a la harinera, nos recuerdan que uno de los objetivos fundamentales de la construcción del Canal fue el transporte de mercancías y pasajeros. En la época que nos ocupa el traslado de viajeros había desaparecido y el de productos se había visto mermado considerablemente, en ambos casos desde mediados del siglo XIX, con la aparición del ferrocarril. Anteriormente la actividad mercantil fue muchísimo más abundante y fluida de lo que nos podemos imaginar. Como curiosidad y para hacernos una idea del tipo de mercancías que circulaban desde el Bocal (cerca de Tudela) a Miraflores (Playa de Torrero) y viceversa en el siglo XIX: productos agrícolas como trigo, judía, cebada -se pagaban 16 maravedís por cahíz de Aragón-; azúcar, cacao y salazones de pescados -24 maravedís por arroba-; vinos, licores y objetos variados como vidrios y cristales -34 maravedís por arroba-; carbón vegetal, productos pesados como hierro y sus manufacturas -16 maravedís por arroba-. Posteriormente la mercancía estrella fue la remolacha.

En cuanto a la draga -limpieza de barros y limos-… dejaremos el suspense para un posterior capítulo.
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