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Puentes que no volveremos a cruzar (I)

Puente del Ferrocarril, ca. 1905, autor desconocido. Escaneada de negativo.  Colección Moncho García Coca
Puente del Ferrocarril sobre el río Ebro, ca. 1930. Colección José Carlos Rodríguez Vicente
Una vista un tanto inusual de la pasarela sobre el Ebro, ca. 1962, autor desconocido. Colección Manuel Ordóñez Gracia
Puente de Santa Isabel sobre el río Gállego, ca. 1915. Colección José Carlos Rodríguez Vicente
“Vista de Zaragoza”, desde el convento de San Lázaro, 1647, óleo sobre lienzo. Juan Bautista Martínez del Mazo
Volvemos al Ebro con el puente que más veces se ha rehecho, pero del que sólo nos queda el nombre de una calle en el barrio de Jesús, el mirador de 2008 en la margen izquierda junto al “puente de Hierro” y un estribo de piedra en la orilla opuesta. 
El puente de Tablas era la alternativa al puente de Piedra. Paradójicamente del de Piedra hacían uso las personas y caballerías, dejando los carromatos y vehículos de carga para el de Tablas, en ambos se debía pagar el pontazgo o impuesto sobre el cruce por dichos puentes.

Como es lógico pensar un puente de tablas se destruía con bastante facilidad en el momento en que había una avenida un poco fuerte del Ebro, pero el problema es que las grandes crecidas también afectaban al de Piedra, más costoso de reconstruir . Se tiene constancia que en 1643 una enorme riada destruyó el puente de Tablas, reconstruido al año siguiente, también destrozó un par de arcadas del de Piedra que tardaron muchos años en volverse a levantar. En 1713, en la guerra de Sucesión, ardió completamente; se volvió a reconstruir para que en 1775 otra gran riada se lo llevará por delante; de nuevo recompuesto volvió a desaparecer entre las aguas en 1800; rehecho en 1801 se vio destruido en otra crecida, se optó por su derribo definitivo.

La imagen más precisa que tenemos, ciertamente no puede ser fotográfica, se debe al óleo “Vista de Zaragoza” pintado por Juan Bautista Martínez del Mazo, como encargo del príncipe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, cuando vino a las Cortes de Aragón reunidas en la Seo, para jurar los Fueros y ser aceptado como heredero del Reino.
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