El bullicio comercial de la plaza de la Constitución en 1903
21/08/2024/
La plaza de la Constitución, hoy de España, rodeada de comercios locales dando vida al centro de la ciudad. 1903. Colección José Luis Cintora para Anteayer Fotográfico Zaragozano
En aquel tiempo, la plaza de la Constitución, hoy de España, se encontraba en proceso de intercambio de símbolos. La llamada fuente de la Princesa o de Neptuno, junto a su tridente, su paganismo y sus achaques de salud había sido invitada a desalojar el espacio más céntrico de la ciudad, comenzando las obras de traslado el 16 de septiembre de 1902 hasta terminar el trabajo recién estrenado el mes de octubre, momento en el que la prensa zaragozana mostraba su alegría para dar paso durante las fiestas del Pilar de 1904, a la inauguración del nuevo monumento. El beneficiado sería el conjunto escultórico diseñado por Ricardo Magdalena y ejecutado por el cincel de Agustín Querol dedicado a los Mártires de la Religión y la Patria. La obra englobaba los deseos de los poderes establecidos del momento contentándolos al fin, tras muchos años de acoso y derribo hacia el surtidor de la deidad romana dedicado a la Princesa de Asturias, Isabel de Borbón, posteriormente defenestrada Reina de España, Isabel II.
No conocemos la fecha exacta en la que fue tomada la fotografía, puesto que al no aparecer el espacio que ocupó la fuente no podemos aventurar demasiado, aunque sí advertimos una serie de elementos que nos llevan hasta 1903.
Comenzamos con la propia plaza de la Constitución, la disposición de los raíles para el tranvía eléctrico y los postes de procedencia norteamericana cuya estética no desentonaba con el resto del mobiliario urbano. Se trataba de unos perfiles en U unidos transversalmente por tiras soldadas, al principio coronadas con un adorno que asemejaba una piña o boina. Igualmente, diferenciamos el adoquinado que apenas unos meses antes había sido restituido para favorecer precisamente la llegada de los nuevos tranvías, dejando en un segundo plano los tirados por tracción de sangre, esto es, por mulas. En la imagen todavía vemos un de los remolques denominados jardinera estacionado con dos de ellas, presumimos a la espera de clientes o en alguno de los descansos necesarios para las bestias.
Si giramos la vista a la izquierda de la imagen, podemos detenernos en el edificio del Coso nº 31, la que fuera casa de Las Balsas o de Oré, cuyo propietario, Manuel Las Balsas, regentó antaño un gran despacho de vinos y cuya propiedad estuvo ligada al palacio de los Azara, vecinos de inmueble en el nº 29. En el momento de la toma fotográfica, encontramos en el entresuelo la Sastrería de Francisco Pérez, ubicado allí desde finales del XIX, e igualmente, en el piso principal, la Academia Toral dedicada a la enseñanza de contabilidad, comercio y caligrafía fundada en 1868 por don Fernando López Toral, quien tendría el infortunio de fallecer en junio del año que nos ocupa, 1903. Continuó su labor docente su hijo, don José Luis López, acompañado por el profesor mercantil y calígrafo, don Manuel Urech y González.
Si alzamos la mirada dos plantas, nos daremos de bruces con el cartel publicitario de La Gran Casa de Viajeros del Comercio, antiguo y acreditado establecimiento regentado por María Huertas, tal y como se anunciaba en las guías de la ciudad. Tiempo después trasladaría su negocio hasta los porches del paseo de la Independencia nº 30, en el piso principal derecha, justo encima del mítico Café de Ambos Mundos. Al mencionado edificio del número 29 no podemos verlo, ya que el ángulo de la cámara no lo incluyó en esta toma. De haberlo hecho, ahora disfrutaríamos de una visual de la portada principal del que fuera Centro Mercantil, Industrial y Agrícola de Zaragoza, antes de la reforma efectuada bajo el proyecto modernista de Albiñana de 1912.
A la izquierda, el edificio del Coso nº 31, la que fuera casa de Las Balsas. En el entresuelo adivinamos la Sastrería de Francisco Pérez. Un piso más arriba, en el principal, la Academia Toral. En la 2ª planta vemos anunciada la Gran Casa de Viajeros del Comercio. En el bloque contiguo del Coso nº 33 destaca en sus bajos la librería de Cecilio Gasca parapetada tras los toldos
La sencillez de la finca del nº 31 se vería modificada apenas dos años más tarde, en 1905, cuando el librero y editor Cecilio Gasca Gimeno, propietario de todo el bloque en esas fechas, decidió reformar la fachada de la casa de Las Balsas. Unos meses después, el fotógrafo Gustav Freudenthal, ocuparía sus bajos realizando una serie de obras para acomodar sus escaparates, tal y como hizo con anterioridad Lucas Escolá en octubre de 1899, en el mismo local, a imagen y semejanza del gabinete fotográfico que tenía en el paseo de la Independencia nº 26. Gasca instalará una sucursal de su acreditada librería de la plaza de La Seo nº 2 en el edifico anexo, en los bajos del nº 33, también de su propiedad, el 27 de septiembre de 1902; por lo que intuimos que el polvo de las obras del traslado de la fuente de la Princesa le generarían algunas molestias y no pocos ruidos.
La casa del impresor en el 33, rompió la estética igualitaria de los tejados cuando fue reformada a finales del XIX, siendo modificado el coqueto balcón-mirador, cambiando la fisonomía original del resto de los ventanales por completo. El edificio se elevó una planta provocando la desaparición de las buhardillas. También se perdió el ático donde tiempo atrás estuvo ubicado el pionero de la fotografía, Mariano Júdez, desde el 1 de octubre de 1864 hasta su fallecimiento diez años después. Debemos aclarar que esto sucedió tras el sobrecogedor incendio que arrasó el estudio fotográfico el 9 de mayo de 1887, en el que trabajaba Anselmo María Coyne, sucesor de Júdez, perdiéndose gran parte del material propio más el heredado de su antecesor. En el momento del siniestro, el también fotógrafo Enrique Beltrán, llevaba once años trabajando en el gabinete que heredó Tomasa Chinar, la viuda de Júdez, asociada con el hermano de este, Toribio, y A. M. Coyne desde 1874. La pérdida del establecimiento obligó a este último y al propio Beltrán a asentarse en la plaza de la Constitución Nº 5, al primero, y en la calle Méndez Núñez nº 14, antigua casa de Hortet, al segundo. Tomasa y Toribio ya habían fallecido en las fechas del incendio, 1885 y 1877, respectivamente.
Continuando con el recorrido de las fincas colindantes, llegamos hasta la casica del número 35, en la que tal y como sucedió con su vecina, perdió igualmente el ático que albergó al mencionado Júdez, tras el incendio iniciado en un cuarto interior ocupado por la servidumbre en 1887. Desde noviembre de 1864, dio cabida igualmente al gabinete fotográfico de Santos Álvarez. Antes que ambos, el también retratista, Manuel Pérez, ocuparía el último piso al menos desde febrero de 1860, cuando Júdez todavía se encontraba asociado en el Coso nº 130, frente a la entonces Capitanía General, con el pintor y camarógrafo Pedro García. En abril de ese mismo año los socios Júdez y García se trasladaban a la última planta que dejaba Pérez en el entonces denominado como Coso nº 18 y 19. Con la modificación del nomenclátor de las calles de la ciudad en 1861, pasaría a la numeración que vemos en la fotografía, esto es, Coso nº 35. Los socios regentaron el gabinete fotográfico desde abril de 1860 en esa ubicación hasta la ruptura de la sociedad unos meses después. En octubre del año en curso ya aparecen anuncios en prensa de ambos retratistas de manera individual, Júdez se quedaría en el Coso 18 y 19 (Coso nº 35), entonces propiedad de los Sres. De Urriés, y García regresaría al nº 130 (actual 66-74). En marzo del 61, Júdez aparece en prensa junto al pintor León Abadías continuando con su labor hasta su traslado al vecino y renumerado Coso nº 33, mencionado en octubre de 1864. No nos detenemos en el resto de inquilinos que ocuparon estos gabinetes en fechas sucesivas por no resultar relevantes para esta publicación, aunque sí destacamos que la fijación de los fotógrafos por establecerse en las últimas plantas de los edificios obedecía a la necesidad de luz natural para garantizar una calidad óptima en los trabajos que ofertaban, aunque también por el requisito de espacios que no ofrecieran sombras molestas proporcionadas por edificios enfrentados entre sí. Tiempo después, con los avances técnicos aplicados, esta exigencia ya no fue indispensable.
A la izquierda, en la primera planta del Coso 35, los hijos de Félix Repollés dedicados a la banca. En sus bajos, el establecimiento de don Estanislao Luna, destinado a la venta de instrumentos musicales. En el nº 37, la gran casa de vinos y licores de Miguel Mur, en esa ubicación desde 1892, anteriormente ocupada en sus bajos por la bodega La Perla del Alto Aragón
Volviendo a la imagen que nos ocupa, en uno de los pisos superiores del Coso 35, los hijos de Félix Repollés Ejarque, dedicados a la banca y a las transacciones en bolsa se habían hecho con el negocio de su padre desde que este falleciera en julio de 1897, y así figuran en la publicidad de la fachada. Como sabemos, don Félix tuvo despacho primero en la calle Torre Nueva en 1870 y unos veinte años después, en Alfonso I, en el pasaje. En esta ubicación del Coso llevaban desde el 7 de enero de 1898.
Destaca además el establecimiento de don Estanislao Luna, un nuevo vecino de reciente instalación, cuyas puertas abriría en idéntica fecha que los Repollés, pero de 1903. Por lo tanto, debemos entender que sus rótulos y escaparates se mostrarían nuevecitos y en todo su esplendor en el momento de la toma fotográfica. Fue don Estanislao miembro fundador de la orquesta Santa Cecilia junto a Pablo Sarasate y con la fortuna de su esposa montó varios negocios dedicados a la venta, reparación y alquiler de instrumentos musicales contando con la representación exclusiva de la Casa Dotesio y el Sindicato Musical Barcelonés Dotesio, en aquellos tiempos editores de casi toda la música en España. El local de Zaragoza era una sucursal de la que abrió en Pamplona, bajo el nombre de Casa Luna, al igual que otras similares en San Sebastián y Vitoria.
Avanzando en la fotografía, debemos detenernos en el nº 37 del Coso zaragozano. En él tenía su negocio el comerciante de vinos y licores, Miguel Mur, propietario de las cuatro plantas del edificio, de trayectoria empresarial contrastada ya que desde el último tercio del XIX aparece en las guías de la ciudad, eso sí, en su ubicación de la calle Pignatelli, antigua de la Paja, bajo el nombre de La Jerezana. Se incorporaría a la vecindad del Coso en febrero de 1892 y desde ese momento comenzará a decorar la fachada del edificio y añadir en sus balcones publicidades de lo más ostentosas, aunque con algunos cambios, como la que presidía el ático en 1903 con su grafía pintada de blanco: Casa Mur. Vinos y licores finos. Este último reclamo se repetiría en letras visibles en el balcón del piso principal, añadiendo en la primera planta, el número de la finca y el nombre de su propietario, 37 Miguel Mur 37. Como complemento a su señuelo publicitario, el Ron Bacardí, bebida que se expendía en su establecimiento, también se exhibía en uno de los balcones del vecino inmueble del Coso nº 39 accesorio. Entre otras delicadezas que solía vender el Sr. Mur estaba el Champagne Kola, procedente de Vigo, igualmente adquirible en el vecino establecimiento donde se situaba el flamante Café Oriental, inaugurado el 20 de julio de 1900, mostrándose en la fotografía con sus escaparates modernistas salidos de La Veneciana, de Basilio Paraíso, en la esquina del Arco de Cinegio. Fue este café propiedad de los hermanos Obón quienes no escatimaron medios para dotar al local de todo lujo y distinción. El proyecto fue realizado por el zaragozano Valero Tiestos y su hijo, afincados en Barcelona. Lo llevó a cabo el pintor Emilio Gil en techo y paredes, destacando las fachadas presentadas por Juan Bayod y la escultura realizada por su hermano Ricardo. La carpintería fue obra del maestro José Gracia y el publicista Mariano Sala, colocó unos preciosos anuncios pintados al óleo embelleciendo aún más el espacio. Entendemos que tuvo que ser todo un acontecimiento tras el cierre de la antigua horchatería y esterería de Ramón Más, dejando un hueco importante tras su fallecimiento. Su viuda se trasladaría en 1901, pasado el luto, a Don Jaime I nº 32, continuando con sus helados en verano y la venta de alfombras en invierno. Un año más tarde el ayuntamiento autorizaba la colocación de veladores en las aceras tanto del Café Oriental como del Gambrinus, otro viejo conocido de la hostelería zaragozana. Llegado el momento de la toma de esta fotografía, en 1903, la glamurosa cafetería había cambiado de dueños pasando a ser propiedad del trío formado por Marco, Gorría y Burges.
A la izquierda, el Coso nº 41 con establecimientos como La Lluvia de Oro, la Gran Peluquería de Juan Pelegrín o Moreno Dentista. En el contiguo edificio del 43-45 emerge la Farmacia Ríos Hermanos, Propietarios de todo el bloque y ubicados allí desde 1895
Dejando de lado la tradición de instalar cafés en los bajos del 39, como en otro tiempo lo estuvo el de La Constancia, avanzamos hasta el Coso nº 41 y Mártires nº 2, coqueto bloque de viviendas con local y cuatro plantas. Precisamente en ese bajo a pie de calle se encontraba La lluvia de oro, dedicada desde el último tercio del XIX a la venta de objetos religiosos y aquellos pertenecientes al culto, ampliando su clientela al añadir posteriormente al catálogo la venta de objetos de escritorio, que es lo que se ofrece desde el toldo del establecimiento. Lugar igualmente de parada para los coches de punto, los taxis de antaño, por ser este lugar céntrico y bien comunicado. Una planta más arriba, observamos la Gran Peluquería de Juan Pelegrín, sucesor de Eugenio Larroque, famoso en las guías de la ciudad por anunciar que aunque figuraba en ellas jamás había necesitado hacerlo para aumentar su clientela. Psicología inversa, que llamaríamos ahora. Un peculiar establecimiento que destacaba por la colocación de lo que parecen bombillas, que sugerían más el reclamo de un cabaret que el de un salón de belleza. Distinguible, en cualquier caso, del resto de la competencia.
En la planta segunda, encontraríamos a Adolfo Moreno, ejerciendo su profesión de dentista desde 1886 en esa ubicación. Procedente de una saga profesional de tres generaciones, Francisco, Adolfo y Emilio con varios establecimientos en la ciudad, este se trasladaba igualmente hasta Huesca por días, según la necesidad del cliente. Esa movilidad es la que le llevó a dejar el gabinete médico apenas dos años más tarde, en 1905, desde la ubicación del Coso nº 41 y Mártires nº 2 hasta la calle Don Jaime I. Un año después, su hijo Emilio, haría lo propio instalando su negocio en la calle Alfonso I en el nº 1 principal derecha, justo encima del Café Moderno. Tan próspero negocio se truncó en 1915 tras protagonizar un tiroteo que acabó con la vida del sacerdote Valentín Ulzurrum, precisamente en ese mismo café. El dentista, Enrique Moreno Bachiler, le descerrajó cuatro tiros sin mediar discusión alguna. Al parecer padecía manía persecutoria.
Dejando atrás hechos tan luctuosos, nos encaminamos hasta el último trayecto de esta fotografía, el edificio situado en el Coso nº 43-45. Sus bajos albergaron la farmacia de Ríos Hermanos, inmueble levantado sobre un solar de su propiedad. Un lugar muy bien aparroquiado en el que se ofrecía desde las pastillas pectorales de Giménez, libres de opio y demás narcóticos, algo que era de agradecer; pasando por las pezoneras de Fajardés para embarazadas que evitaban los tumores o el vino reconstituyente de ostras de los Dres. Marqués y Sastre, pura fantasía.
Esta saga familiar cuyo inicio en la Farmacia Central de Aragón, en el Coso nº 33 (entonces Coso nº 17), data de 1854, se trasladó el 12 de octubre de 1895 al vecino Coso 43-45, un edifico construido bajo proyecto del maestro de obras Antonio Miranda, en la actualidad en un estado calamitoso, aunque al menos se conserva.
En esta fotografía podemos disfrutar de la belleza de sus vanos abalconados originales, reformados parcialmente bajo orden de Esperanza Ríos Balaguer, propietaria del inmueble, treinta años después. Lo llevaría a cabo su hermano, el arquitecto Teodoro Ríos, modificando así el boceto original en el que también desaparecieron los toques modernistas de los escaparates, como el grabado de los cristales procedente de la fábrica de León Quintana.
Lugar de tertulias memorables, a la que concurrían el abogado, D. Emilio Gastón Ugarte, concejal por la oposición del Ayuntamiento de Zaragoza; el capitán de Tren D. Rafael Benítez, D. Agustín de Montagud, el director del Colegio Politécnico de Zaragoza, Heliodoro Martín; y el maestro nacional D. Emilio Artigas, quienes decidieron fundar el Grupo Esperanto de Zaragoza. Albergó por tanto en su rebotica el germen de lo que sería el Centro Esperantista Frateco fundado en 1908, todavía vigente. En un alarde de fraternidad, bien podría la Diputación de Zaragoza, propietaria en la actualidad de los interiores de la farmacia, permitir las visitas no ya a los turistas, sino a la ciudadanía local, que bien merece deleitarse con la belleza, calidad y distinción de una de las mejores farmacias que tuvo nuestro país, hoy asentada en el Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia.