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60 años del trágico incendio en el tren correo Madrid-Barcelona entre Grisén y Pinseque

Estación de Grisén.
Fotografía Colección José Luis Cintora para Anteayer Fotográfico Zaragozano

Los hechos ocurrieron el 10 de febrero de 1965. Se trataba del tren correo Madrid-Barcelona n°886 que sufrió un accidente a la altura del km 316,400. Entre la estación de Grisén y Pinseque.

El incendio comenzó en el coche de tercera clase propagándose con gran rapidez a los dos coches contiguos. Cuando el tren pudo detenerse era una antorcha pereciendo carbonizados (cifras oficiales) 27 viajeros junto con otros cuatro que se tiraron en marcha ante tal infierno. Fueron los únicos que pudieron ser identificados. Hubo otras 30 personas heridas de distinta consideración. Las conjeturas del incendio apuntan a un recalentamiento de los cojinetes o bien a alguna punta de cigarro que prendió en los fuelles entre dos coches. Tampoco se descartó un cortocircuito. El viento ayudó a extender el fuego entre el vagón de tercera clase de madera como en la yesca, reduciéndose a un amasijo de hierros retorcidos. Entre los muertos figuran cuatro niños de corta edad. Al tratarse de un día de invierno en el que las temperaturas rondaban los grados negativos, las penurias y sufrimiento de los heridos se agravó por las horribles quemaduras. A las cuatro y media de la tarde estos llegaban al hospital provincial de Nuestra Señora de Gracia. El doctor Pelegrín, jefe del servicio de quirúrgica B de dicho hospital no ocultaba el horror que a él y a sus ayudantes les había producido la llegada de los afectados.

El único hospitalizado que no estaba en cama era Francisco Gazo Sancernio, natural y vecino de Huesca, ex jugador de fútbol que militó durante 5 temporadas en el club oscense. Había llegado de Grisén, a donde le llevaron a identificar los cadáveres de su esposa y sus tres hijos. Habían ido a Madrid a despedir a un hermano de su mujer que salía del país para trabajar en Alemania, sin saber el horror que les esperaba. Ocupaban el vagón de tercera clase que ardió sin poder reaccionar, por lo que al intentar salir por el pasillo se vieron acorralados por las llamas. El miedo hizo que no se atreviera a tirar a sus hijos desde la ventana en marcha, pero ante la fiereza de las llamas, su mujer protegió a su hija pequeña en brazos mientras las llamas la devoraban. En su intento por salvarlas sufrió quemaduras gravísimas que no impidieron que muriera toda su familia. Mientras tanto, él saltó de últimas por la ventanilla.

Esquela aparecida en la revista Blanco y Negro de Sevilla. En su momento en algunos círculos se hizo eco la posibilidad de que el propio Francisco Gazo hubiera provocado el incendio para acabar con la vida de su esposa e hijos. Al parecer tenía antecedentes por violación y malos tratos familiares, hecho este que no hemos podido confirmar.

Fotografía proporcionada por Antonio Villagomez para Fotos Antiguas de Zaragoza

Fotografía de Marín Chivite para Heraldo de Aragón del suceso. El amasijo de hierros de los tres vagones que sucumbieron al fuego.

Página facsímil de Heraldo de Aragón de aquel 11 de febrero de 1965 en la que apareció la triste noticia

Portada de la Vanguardia del 11 de febrero de 1965.
Facilitada por Antonio Villagomez para Fotos Antiguas de Zaragoza

Fotografías tomadas en días posteriores al suceso.

Archivo París

Un año después, la médico de Grisén, doña Julia Martínez de Llago, recibía en el colegio de médicos de Zaragoza, la Orden Civil de Sanidad por su abnegada labor asistiendo a los heridos en el incendio de Grisén.

Momento de la imposición de la condecoración a la médico de Grisén, Julia Martínez de Llago.

Foto Lozano. El Noticiero, 15 de marzo de 1966

En febrero de 1967, los guardias civiles don Fermín Vallejo Hernández, don Damián Peña Machín, y don Marcelino Veigas Galván, recibían igualmente la recompensa por su labor: la concesión de la Orden de Beneficencia por su actuación en el incendio del tren correo Madrid Barcelona entre las estaciones de Grisén y Pinseque.

Durante meses los vagones incendiados estuvieron en la estación de Grisén, en una vía muerta, a la espera de ser retirados.

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