Convenio de cesión y colaboración con el Archivo Universitario de la UNIZAR

Nuestra presidenta, María Pilar Gonzalo Vidao; firma la cesión del álbum fotográfico familiar del catedrático de física y química, Antonio de Gregorio-Rocasolano, ante la directora del Archivo Universitario, Ana Isabel Gascón Pascual; y la Técnico de Archivos, Esther Bentué Rionda
Anteayer Fotográfico Zaragozano ha conservado durante dos años el álbum fotográfico familiar del que fuera catedrático de Física y Química de la Universidad de Zaragoza. Dicho cuaderno fue entregado a nuestra asociación cultural por una de sus bisnietas, Isabel de Gregorio-Rocasolano Bohórquez, para su conservación, estudio, digitalización y difusión.
Durante este tiempo hemos realizado avances significativos sobre la vida personal, familiar y social del científico zaragozano que esperamos poder compartir en los próximos meses.
Ayer firmamos la cesión, tras la petición de su propietaria, del álbum familiar al Archivo Universitario de la UNIZAR. Con este traspaso esperamos y deseamos que la figura del sabio aragonés se conozca en su mayor dimensión albergando publicaciones, exposiciones e iniciativas de todo tipo que acerquen su imagen y personalidad a la ciudadanía.
Queremos destacar el buen entendimiento con la dirección del Archivo Universitario y todo el personal con el que hemos tenido el placer de tratar.
Es nuestro deseo seguir colaborando en actividades llevadas a cabo por la Universidad de Zaragoza, por lo que tendemos nuestros conocimientos y nos ponemos a disposición para ello.

Fotografía inédita de Antonio de Gregorio Rocasolano trabajando en su laboratorio ubicado en la Facultad de Ciencias de Zaragoza, hoy Edificio Paraninfo.
Tratamiento fotográfico realizado por nuestro compañero, L. Fran Ríos, para Anteayer Fotográfico Zaragozano
Archivo Familia Rocasolano
Creador de un activo laboratorio en el que recibió las visitas de investigadores tan relevantes como los premios Nobel Einstein, Sabatier y Zsigmondy, y elogiado por su saber por discípulos y colegas, el científico zaragozano De Gregorio Rocasolano aunó esfuerzo y capacidad organizativa para dejar una profunda huella en el desarrollo regional por su influencia social, cultural y política.
Nacido en 1873 en la capital zaragozana, una vez concluido su bachillerato, pasará, en 1887, a la Universidad, donde será discípulo preferido de otro gran maestro y sabio, Bruno Solano, iniciador de la llamada Escuela Química de Zaragoza, de la que el propio Rocasolano será uno de sus más destacados continuadores. Sin duda que Solano despertó en el joven Antonio su entusiasmo por la química, por la enseñanza y la investigación, campos en los que alcanzaría pronto singulares éxitos.
Aunque su gran ilusión una vez acabada brillantemente su licenciatura en 1891 era la de quedarse con su maestro para realizar el doctorado, durante dos años hubo de aceptar trabajo en los colegios de Colmenar y Sigüenza, actividad en la que, no obstante, adquirió conocimientos que le iban a ser muy útiles en el futuro. Ya reincorporado a la Facultad de Ciencias, fue primero Profesor Auxiliar y más tarde, en 1903, Catedrático de Química General. Había ganado la cátedra de Barcelona, pero tras una breve y exitosa estancia en la universidad catalana, permutó su plaza para volver a Zaragoza. Más adelante rechazaría ofertas para ser catedrático en Madrid. Y es que algo que caracteriza la labor de este insigne científico es el apego a su tierra; en ella realizará casi toda su actividad profesional sintiendo siempre una gran preocupación por su entorno regional, firmando numerosos artículos relacionados con la economía aragonesa, especialmente de química agrícola, abarcando aspectos como la alimentación nitrogenada de las plantas, el proceso de elaboración del pan, o las mejoras del viñedo y de la vinificación. En este último campo, Rocasolano trabajó ya tempranamente, asociado con Eduardo Palomar, acudiendo cada tarde, durante algún tiempo, al laboratorio de la Sociedad Vitivinícola Aragonesa, situado en lo que es ahora Colegio de Corazonistas. Junto a estos aspectos relacionados con la agronomía, Rocasolano desarrolló una gran labor en el estudio de los coloides que le proporcionaría un destacado renombre merced a la publicación de sus trabajos en prestigiosas revistas, abriéndole las puertas de universidades nacionales y extranjeras. Muy interesado en la materia viva, se ocupó de diversas cuestiones biológicas relacionadas con la Medicina, como el del envejecimiento y la muerte celular, que asoció con la coagulación de los coloides.
Su Laboratorio de Investigaciones Bioquímicas consiguió en 1919 el reconocimiento estatal y, mantenido con gran tesón, se convirtió en 1939, con él como director, en el Seminario Bioquímico y de Química Aplicada, vinculado al Instituto Alonso Barba del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC, la entidad que sustituiría a la Junta de Ampliación de Estudios.
En la Universidad de Zaragoza fue Vicerrector en 1921 y Rector en 1929. Como reconocimiento a su gran labor investigadora y humanística, Rocasolano recibió numerosos galardones y nombramientos honoríficos; entre muchos otros, Medalla de Oro de la Ciudad de Zaragoza, Gran Cruz de Alfonso X, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, Doctor “honoris causa” por la Universidad de Toulouse, Académico de la Sociedad de Ciencias de Gotinga, y de la romana Academia Pontificia de la Ciencia. Comprometido con el régimen de la política científica de la posguerra, en 1940 fue nombrado Vicepresidente del CSIC.
Rocasolano fue uno de los Académicos fundadores de la ya centenaria Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de Zaragoza, fue Vicepresidente y Presidente de la misma y gran impulsor de sus actividades. Hasta sus últimos días mantuvo un extraordinario entusiasmo por el trabajo; sus temas de investigación le fueron siempre apasionantes, y es que junto al interés del científico, se añadía la firme esperanza de que la resolución de los problemas planteados pudiera contribuir eficazmente al florecimiento económico de la sociedad, tan necesario también en su época.
Texto: José S Urieta Navarro
(académico numerario)

