Anteayer Fotográfico Zaragozano en la exposición «Einstein y la ciencia aragonesa» (II)
10/03/2023/
Estos días en los que estamos transmitiendo la importancia de la llegada de Albert Einstein a Zaragoza, es necesario poner en valor la relevancia de científicos aragoneses tan destacados como Antonio de Gregorio Rocasolano, quien decidió renunciar a las cátedras en Madrid y Barcelona por seguir en la ciudad que le vio nacer.
El Nobel de Física, durante su estancia en nuestra ciudad, concretamente el 14 de marzo (mañana se cumple justamente 100 años de este acontecimiento), pasó varias horas en el laboratorio del químico zaragozano situado en las instalaciones de la Facultad de Ciencias, hoy Edificio Paraninfo. Se interesó por sus trabajos ya que Rocasolano había realizado estudios sobre cinética de los coloides, el poder catalítico de los catalizadores coloidales y el movimiento browniano, sobre el que Einstein había escrito un artículo en 1905 "Sobre el movimiento requerido por la teoría cinética molecular del calor de pequeñas partículas suspendidas en un líquido estacionario".
Como vemos, la llegada de Einstein no fue casualidad, el galardonado físico sabía del nivel que existía en la Universidad de Zaragoza en esos momentos con científicos de la talla de Vecino o el propio Rocasolano, en lo que se conoció como la "Edad de plata de la Ciencia Española", de la que son integrantes por pleno derecho. Hoy mostramos dos fotografías inéditas del sabio maño trabajando en dicho laboratorio pertenecientes a la familia Rocasolano que ha tenido la generosidad de poner en las manos de nuestra Asociación Cultural Anteayer Fotográfico Zaragozano el archivo familiar para su catalogación, documentación y difusión.
La limpieza y el tratamiento fotográfico ha corrido a cargo de nuestro compañero, L. Fran Ríos Raffo, quien ha realizado un trabajo espectacular de recuperación de las imágenes.
Texto: María Pilar Gonzalo Vidao
«Creador de un activo laboratorio en el que recibió las visitas de investigadores tan relevantes como los premios Nobel Einstein, Sabatier y Zsigmondy, y elogiado por su saber por discípulos y colegas, el científico zaragozano De Gregorio Rocasolano aunó esfuerzo y capacidad organizativa para dejar una profunda huella en el desarrollo regional por su influencia social, cultural y política.
Nacido en 1873 en la capital zaragozana, una vez concluido su bachillerato, pasará, en 1887, a la Universidad, donde será discípulo preferido de otro gran maestro y sabio, Bruno Solano, iniciador de la llamada Escuela Química de Zaragoza, de la que el propio Rocasolano será uno de sus más destacados continuadores. Sin duda que Solano despertó en el joven Antonio su entusiasmo por la química, por la enseñanza y la investigación, campos en los que alcanzaría pronto singulares éxitos.
Aunque su gran ilusión una vez acabada brillantemente su licenciatura en 1891 era la de quedarse con su maestro para realizar el doctorado, durante dos años hubo de aceptar trabajo en los colegios de Colmenar y Sigüenza, actividad en la que, no obstante, adquirió conocimientos que le iban a ser muy útiles en el futuro. Ya reincorporado a la Facultad de Ciencias, fue primero Profesor Auxiliar y más tarde, en 1903, Catedrático de Química General. Había ganado la cátedra de Barcelona, pero tras una breve y exitosa estancia en la universidad catalana, permutó su plaza para volver a Zaragoza. Más adelante rechazaría ofertas para ser catedrático en Madrid. Y es que algo que caracteriza la labor de este insigne científico es el apego a su tierra; en ella realizará casi toda su actividad profesional sintiendo siempre una gran preocupación por su entorno regional, firmando numerosos artículos relacionados con la economía aragonesa, especialmente de química agrícola, abarcando aspectos como la alimentación nitrogenada de las plantas, el proceso de elaboración del pan, o las mejoras del viñedo y de la vinificación. En este último campo, Rocasolano trabajó ya tempranamente, asociado con Eduardo Palomar, acudiendo cada tarde, durante algún tiempo, al laboratorio de la Sociedad Vitivinícola Aragonesa, situado en lo que es ahora Colegio de Corazonistas. Junto a estos aspectos relacionados con la agronomía, Rocasolano desarrolló una gran labor en el estudio de los coloides que le proporcionaría un destacado renombre merced a la publicación de sus trabajos en prestigiosas revistas, abriéndole las puertas de universidades nacionales y extranjeras. Muy interesado en la materia viva, se ocupó de diversas cuestiones biológicas relacionadas con la Medicina, como el del envejecimiento y la muerte celular, que asoció con la coagulación de los coloides.
Su Laboratorio de Investigaciones Bioquímicas consiguió en 1919 el reconocimiento estatal y, mantenido con gran tesón, se convirtió en 1939, con él como director, en el Seminario Bioquímico y de Química Aplicada, vinculado al Instituto Alonso Barba del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC, la entidad que sustituiría a la Junta de Ampliación de Estudios. En la Universidad de Zaragoza fue Vicerrector en 1921 y Rector en 1929. Como reconocimiento a su gran labor investigadora y humanística, Rocasolano recibió numerosos galardones y nombramientos honoríficos; entre muchos otros, Medalla de Oro de la Ciudad de Zaragoza, Gran Cruz de Alfonso X, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, Doctor “honoris causa” por la Universidad de Toulouse, Académico de la Sociedad de Ciencias de Gotinga, y de la romana Academia Pontificia de la Ciencia. Comprometido con el régimen de la política científica de la posguerra, en 1940 fue nombrado Vicepresidente del CSIC.
Rocasolano fue uno de los Académicos fundadores de la ya centenaria Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de Zaragoza, fue Vicepresidente y Presidente de la misma y gran impulsor de sus actividades. Hasta sus últimos días mantuvo un extraordinario entusiasmo por el trabajo; sus temas de investigación le fueron siempre apasionantes, y es que junto al interés del científico, se añadía la firme esperanza de que la resolución de los problemas planteados pudiera contribuir eficazmente al florecimiento económico de la sociedad, tan necesario también en su época».
Texto: José S Urieta Navarro (académico numerario)
Compartimos además la fotografía de Einstein junto a Vecino y Pineda.
Destacamos la generosidad de la familia Rocasolano que ha puesto en nuestras manos el archivo familiar del catedrático de química entendiendo nuestro compromiso con la recuperación del patrimonio fotográfico de nuestra ciudad, alejados de narcisismos trasnochados que leemos estos días con fotografías que nada tienen que ver con la llegada de Einstein a nuestra ciudad, pero que aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para seguir estirando el chicle de la atención proporcionada desde diferentes ámbitos.
Nosotros preferimos ofrecer documentos certeros y contrastados que nos muestren la historia sin manipulaciones ni añadidos interesados. Amamos la historia y la mostramos como es. Allá cada uno con sus deudas.