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La Seo, algo más que una catedral

Cathédrale de Saint-Sauveur, Saragosse. 1900.

Ph. Paul Michels © M. Grandjean-Image’Est. para Anteayer Fotográfico Zaragozano

En su deambular por la Zaragoza de final del siglo XIX, Paul Michels no pudo menos que hacer un alto en su recorrido para inmortalizar la catedral de la ciudad, o mejor dicho, la catedral más antigua. Para ello optó por una perspectiva, aunque nada novedosa, sí bastante inusual, ya que obvió la visión de su esbelta y significativa torre entre otros elementos arquitectónicos de la plaza. Seguramente que hubiese podido retroceder unos pasos para captar más espacios, o encaminarse hacia la esquina con Don Jaime I logrando así una visión más amplia que incluyera el lateral izquierdo. Pero no, se situó al final de la hoy desaparecida calle del Pilar para plasmar la fachada catedralicia justo en el centro de la imagen.

En un negativo de vidrio estereoscópico prácticamente cuadrado, eligió un encuadre que concentraba la mayor parte de la atención en la portada del templo, que junto con el primer cuerpo de la torre forma un cuadrilátero dentro de otro cuadrilátero, dejando clara su intención de lo que quería conseguir: el elemento principal donde confluyen las miradas es la catedral. Así lo manifiesta también el joven fotógrafo francés al rotular la instantánea: “Cathédrale de Saint-Sauveur” -Catedral de San Salvador-, sin mencionar la plaza ni otras edificaciones, dándole el nombre oficial, curiosamente desconocido por gran parte de los lugareños, que siguen prefiriendo la denominación de “La Seo”, sin más.

No puede faltar una representación del tipismo, tan del gusto de la época, teniendo como protagonistas a unos cuantos viandantes que nos transmiten una jornada soleada pero fría, con esa mezcla de clases sociales en la que unos ciudadanos pueden cubrirse con una capa mientras otros tienen que echar mano de la recurrente manta de cuadros, y es que un abrigo no estaba al alcance de cualquiera. En cambio pasa desapercibida la querida estatua-fuente de “la Samaritana”, quizá porque nuestro retratero galo estaba acostumbrado de sobra a esta representación de una ninfa aguadora con influencia grecolatina y paganizante, muy en boga en jardines y plazuelas francesas decimonónicas.

Lo que Paul Michels ignoraba, seguramente, es que se encontraba en el epicentro del poder de lo que hasta dos siglos antes había sido el Reino de Aragón y su capital.

Justo a la izquierda de la posición escogida para la instantánea se ubicaba desde 1848 el Seminario Conciliar de San Valero y San Braulio -tan apenas visibles en la fotografía dos ventanas por planta-, construido bajo el mandato del arzobispo Francés y Caballero, sobre el solar que se cedió al arzobispado donde aún permanecían los restos del que había sido el majestuoso Palacio de la Diputación del Reino, el más espectacular de todos los palacios aragoneses, también sede del Justiciazgo. Muy castigado por las baterías francesas en los Sitios, muy maltratado y olvidado durante decenas de años por las autoridades. Hoy en día es la Casa de la Iglesia.

A continuación monsieur Michels vio, casi igual que nosotros en la actualidad, el Palacio Arzobispal mandado reconstruir entre 1779 y 1787 por el arzobispo Agustín de Lezo Palomeque, seguramente sin sospechar que hasta la fecha de cesión al prelado había sido Palacio Real desde el siglo XII, lugar de reposo y descanso de los monarcas en sus regias visitas, donde por ejemplo murió Isabel de Portugal, hija de los Reyes Católicos, siendo la heredera de los tronos de Aragón y Castilla, o residencia en el siglo XVII del virrey de Aragón, don Juan José de Austria, hijo de Felipe IV.

Entre el palacio y la catedral contempló el que luego ha sido tan llorado Arco del Arzobispo, 69 años antes de ser pulverizado. Aunque costeado por la diócesis, de ahí su nombre, se construyó a instancias de los Austrias -existen indicios de que pudo haber uno anterior, medieval-, dejando escrito Felipe II que el uso de tal pasadizo sería exclusivo de la familia real, debiendo permanecer tapiado cuando no estuvieran en la ciudad.               

Y por fin la catedral (donde el obispo ejerce su cátedra) o la seo (la sede episcopal) de San Salvador en su Epifanía (por ser nombrada catedral el 6 de enero de 1119), uno de los símbolos de identidad del Reino de Aragón, y por supuesto de Zaragoza, su capital.

Tengamos en cuenta que en la visita a Roma de Pedro II de Aragón, para ser coronado, el papa Inocencio III le entregó una bula pontificia en la que se establecía que los reyes de Aragón debían ser coronados primera y exclusivamente en la Seo de Zaragoza, y así se hizo (más o menos) hasta 1700 cuando llegaron los Borbones. Este acontecimiento dio a la Seo zaragozana un valor extraordinario más allá de su valor espiritual.

Por otra parte, en cuanto a la ciudad, San Salvador marca un momento definitivo para los zaragozanos y su calendario. Aunque nombrada catedral en 1119, no se consagró como templo cristiano hasta 1121, precisamente el ¡12 de octubre! celebrándose con grandes festejos y solemnidades, quedando instituidos en la ciudad. Unos cinco siglos y medio más tarde se unificó la fiesta con la celebración de Santa María del Pilar… pero eso es ya otra historia.

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